miércoles, 22 de octubre de 2014

Los pájaros también vuelan


Me despierto con los ojos cerrados y los brazos abiertos. Hay aire bajo mis axilas y la aperturas de mi nariz están desbocadas. Los pies están inclinados, las rodillas flexionadas, mi sexo erecto hace de timón mientras los boxers funcionan como velas de navegación, las mismas que soñé esta noche rozar mi cara. Mi abdomen se halla hundido bajo unas costillas prominentes, desplegadas en mi pecho de vello moreno. Las nalgas, apretados colchones al viento, reciben las ráfagas de aire que la velocidad les propina. Volar es un vicio reciente en los círculos que frecuento. Si no vuelas no eres nadie y si eres alguien vuelas. Con todo hay muchos discursos en contra de esta práctica tan sana como arriesgada. Volar puede arrastrar la motivación del trabajador hasta el punto de desequilibrio social, si abusas de esta práxis te ausentas de tus obligaciones, ¡el país deja de funcionar por culpa de unos pocos snobs! Nuestro lema, los pájaros también vuelan, nos permite el primer impulso, repítelo tantas veces en tu mente, comienza a ser uno de nosotros.

Para Álvaro Pichó, un gran volador


Para Álvaro Pichó, un gran volador

viernes, 17 de octubre de 2014

Móviles


Hay unos bichitos voladores que, al escribir de noche, sobre la pantalla del teléfono se asoman y tropiezan. Todo está oscuro excepto el escritorio refulgente. Vuelan desde no-sé-cuál-lugar estos insignificantes kamikazes. He cerrado los ojos e imaginado antes de dormir qué vida tendrán una vez no haya luz. Los he intentado escuchar pero sólo alcanzo los ronquidillos de Álvaro y mi cabeza que apenas calla. Si saliera de la habitación descalza igual difícilmente los piso o me sigan.
Existe la probabilidad de la presencia de una colonia, o de que sean seres aislados, independientes como el músico de metro.
He matado en dos días ya unos cuatro con la yema del índice. Me asquea esta aniquilación bajo la presión de mi piel, sufro de lástima por destruir vida como si al ecosistema mi capricho afectase, no tanta desde la última invasión de cucarachas, la cual comenzó por un gesto de compasión unilateral, de respeto pretendido entre especies, terminando en una convivencia no deseada. Con estos pequeños insectos, mosquitillos de marras, se puede perder la capacidad de sumar, contabilizarlos y clasificarlos en especie, pues son ellos los que se esconden en su invisible existir hasta que enciendes una pequeña luz y se descubren.

Para acabar esta historia, en un intento de salvarla de un fin insecticida, cercando ideas hacia la sorpresa del lector, propongo a éste que se observe en el espejo de su baño antes de ir a dormir, con luz a ser posible de tocador y, aproxime la nariz a la superficie lisa buscando su reflejo tocar, echando sobre el mismo mucho vaho hasta que ese círculo blanco resultante de su respiración genere la opacidad sin imagen, tal vez haya de esforzarse en emitir mayor aire nasal, así se arrime completamente hasta chocar para que otro pequeño círculo se cree formando ese otro diminuto espejo dentro del opaco más grande. Llegados a este punto, si no ha comprendido las instrucciones recomiendo volver a leer el párrafo. Hecho lo cual, y entonces, sólo entonces, nótase ese frescor en la piel de la nariz que todos alcanzamos al hacer el tonto frente al espejo.

miércoles, 15 de octubre de 2014

Otrora mora.



Has olvidado lo que pasó en Berlín. Has pensado de nuevo en presente perfecto. Has escrito: Dulces sueños vieja abeja dijo la comadreja. Después lo has borrado pues un segundo verso complicaría el poema que tanto deseas crear. Se te ocurría queja u oreja, ¡qué poesía tan compleja! Al pensar en moraleja ya tu estómago se retuerce y te tumbas en el sofá para ver la tv. Opacos son los sueños que manejas. Caes sobre la alfombra desde la mesanina y en la cuenta te levantas fuera de toda rima. Tu objetivo es impresionar al desconocido, te obcecas, te ofuscas, bostezas, te sumas de nuevo al desconcierto de dormir. Tu cuerpo se calienta, transpira, te remueves en un guión desbaratado, quieres llegar a la última consecuencia que el subconsciente aporte. Llaman al teléfono de casa, no puedes alcanzarlo, no quieres despertarte, suena y suena pero consigues sobrellevarlo hasta la extenuación, hasta que el tímpano sordo lo somete a pesadilla.  Hasta que del silencio un maullido te hace responder. Miau.